¿Por qué le decian Diógenes el perro?
Alejandro preguntó: «¿Por qué te llaman Diógenes, el perro?», a lo que Diógenes le respondió: «Porque alabo a los que me dan, ladro a los que no me dan y a los malos les muerdo«.

Nacimiento: 413 a. C., Sinope, Turquía
Fallecimiento: 323 a. C., Corinto, Grecia
Padres: Hicesias
Alumno de: Jeníades; Antístenes
Movimiento: Escuela cínica
Nombre en griego antiguo: Διογένης ὁ ΣινωπεύςDiógenes de Sinope
Filósofo.
Wikipedia.
¿Quién fue Diógenes de Sínope? El filósofo que dormía en la calle.
Diógenes de Sínope, llamado el Cínico, fue un filósofo griego. El discípulo más destacado de Antístenes. Fundador de la escuela cínica. Dado que no se conserva ningún escrito suyo, sólo es posible reconstruir sus ideas a través de las múltiples anécdotas que circularon sobre su figura, las cuales reflejan más un modo de vida que un discurso filosófico articulado. Llamado por Platón, «Sócrates delirante», Diógenes iba siempre descalzo, vestía una capa y vivía en un túnel, rechazando los convencionalismos, los honores y riquezas e incluso toda tentativa de conocimiento; para él, la virtud era el soberano bien. Objeto de burla y, a la vez, de respeto para los atenienses, para el estoico Epicteto fue modelo de sabiduría.

Se han contado más anécdotas y leyendas sobre la vida de Diógenes de Sínope que de cualquier otro filósofo. Considerando su peculiar forma de vida, es imposible evitar hacerse una serie de preguntas;
¿Por qué vivía en un tonel? ¿Por qué rehusaba cualquier tipo de comodidad, hasta el punto de vestir sólo una túnica o de lamer el agua de los charcos, como hacen los perros? ¿Y qué quería decir con su busco un hombre, su respuesta a todo aquel que le preguntaba por su caminar a plena luz del día por las calles de Atenas llevando un farol encendido en la mano?
¿Cuál es el pensamiento de Diógenes?
Al igual que su maestro Antístenes, Diógenes consideraba que para ser un hombre virtuoso era necesario eliminar todas las necesidades que no fueran vitales. Además, culpaba a la sociedad del origen de estas necesidades, de modo que se pasó media vida tratando de demostrarle a la misma lo tonta e ignorante que era.
Su vida no fue fácil: el desprecio de los placeres, el completo dominio del propio cuerpo, la anulación de las pasiones, de las necesidades y de cualquier vínculo social estable, requieren de un gran esfuerzo, disciplina, prestancia física y de una indomable tensión moral. Diógenes poseía todas estas cualidades, así como una acusada atracción por la sátira, la paradoja y el humor. Iconoclasta, profanador, contrario a cualquier tipo de erudición e incluso de cultura, siempre prefirió expresarse mediante la acción, el comportamiento y las elecciones concretas, más que mediante textos escritos: a un discípulo de Zenón de Elea que sostenía la inexistencia del movimiento, le respondió poniéndose en pie y echándose a andar.
Diógenes de Sínope: esencia cínica.
La filosofía cínica fue fundada en la segunda mitad del siglo por Antístenes, quien reinterpretó la doctrina socrática considerando que la civilización no era necesariamente un bien y que la felicidad y la virtud se hallaban en lo opuesto que esta parecía promover: una vida sencilla y acorde con la naturaleza. Requisitos que se esforzó en cumplir el cínico por antonomasia, Diógenes de Sínope.

Para Antístenes –que fue el primero de los discípulos de Sócrates– y el resto de los cínicos, el hombre lleva en sí mismo los elementos necesarios para ser bueno y feliz. Para lograr tal objetivo es necesario conseguir, mediante la razón y la práctica, la autonomía personal. Y es que, ante todo, lo que el cínico busca es ser libre, incluso de sí mismo. Libre de sus sentimientos, de sus deseos, de sus posesiones, de sus amistades, de sus penas, etc…
Puesto que el hombre más feliz es aquel que tiene menos necesidades y preocupaciones, los cínicos apostaron por despreciar no solo la riqueza en sí, sino también cualquier preocupación material innecesaria. De esta manera, limitaban sus posesiones al máximo y vivían únicamente con lo que podían cargar sobre su espalda.
Los cínicos, y en especial Diógenes, practicaban la “anaideia”, que puede traducirse como “irreverencia”. Es lo que explica el peculiar y excéntrico carácter de nuestro protagonista, que disfrutaba criticando y provocando a la sociedad de su época. La moral cínica fue parcialmente absorbida por el estoicismo, si bien no de la misma manera. Si el cínico se muestra crítico con lo que considera que son los males de la sociedad y decide dejárselo claro a esta con sus acciones, el estoico lo enfoca de otro modo, siendo la manera de cambiar la situación imperante a través de la virtud, esto es, dando ejemplo y viviendo de manera virtuosa.
El estado fundamental del cínico es la autarquía, la independencia de todo condicionamiento externo. Es ahí donde encuentran ellos la felicidad y la virtud: en no depender de nadie más que de uno mismo. Estas ideas se tradujeron en una forma de vivir bastante similar: todos los cínicos llevaban barba (los hombres, al menos) y pelo largo (o, al contrario, rapado muy corto), ropa vieja, un zurrón y un bastón. Para poder prescindir de caprichos, no se permitían nada más que aquello que pudieran llevar a cuestas y, por supuesto, se oponían a leyes, instituciones, convenciones sociales, costumbres y tradiciones. Nada que pudiera suponer una atadura.
La filosofía de Diógenes no se entiende como un corpus cerrado. Y la razón es que apenas escribió nada y, como su vida fue tan curiosa, ha terminado por eclipsar a su pensamiento.
Al igual que muchos otros filósofos cínicos, la obsesión de Diógenes fue alcanzar una vida plena y recta, llena de virtud y carente de vicios. Los cínicos valoraban especialmente el autocontrol de las pasiones y los deseos, pues esto los llevaba a lo que consideraban que era la más grande virtud: la independencia, que les hacía libres de los demás y de sí mismos. No necesitaban nada ni a nadie para vivir.

Una bonita fábula. "La piedra en el camino"

«Un día Diógenes estaba en una esquina riendo como loco. —¿De qué te ríes? —le preguntó un transeúnte. —¿Ves esa piedra que está en medio de la calle? Desde que llegué aquí, esta mañana, diez personas han tropezado con ella y han maldecido, pero ninguna se ha tomado la molestia de retirarla para que otros no tropiecen con ella.
No sólo las personas somos los únicos animales que podemos caer más de una vez con la misma piedra; sino que una piedra nos puede hacer caer a muchas personas y no hacer ninguna de ellas nada para cambiarlo.
Cuando nos encontramos esas piedras, que son obstáculos en nuestro camino, la conducta más común y fácil por la que optamos, en general de forma inconsciente, es la de maldecir y seguir adelante, con la prisa habitual, sin intentar cambiar nada, y sin compartir con los demás los riesgos ni los aprendizajes. Es la cultura de la queja, otro Síndrome de Diógenes.
Diógenes era un filósofo griego que solía salir a la calle y observar la conducta de las personas para desde ahí reflexionar y compartir sus aprendizajes con sus seguidores y el resto de la ciudadanía que le quería escuchar.
Un día se sentó en el cruce entre dos senderos mientras observaba el comportamiento de los transeúntes que pasaban por delante de él. Por lo visto, en medio de ese cruce había una piedra bastante grande con la que casi todos tropezaban una y otra vez. Tras varias horas de observación, Diógenes comprobó que la mayoría de los peatones actuaban de la misma forma.
El primer rasgo en común que veía es que todos ellos andaban con prisa sin ser conscientes de que había una piedra en medio del camino. La segunda observación que muchos de ellos tropezaban con ella. Y el tercer hecho observado es que todos los que tropezaban, maldecían la piedra.
En ese momento en el que Diógenes observaba a los ciudadanos apareció un discípulo que le preguntó: “Maestro, ¿Qué está haciendo? Y Diógenes contestó: “Aprendiendo. El discípulo intrigado se sentó junto a su maestro. Y ambos se quedaron en silencio.
Seguidamente un nuevo transeúnte cruzo el sendero con paso firme, se tropezó con la piedra y maldijo. Al ver de nuevo esta escena, el filósofo empezó a reírse.
¿De qué se ríe maestro?, preguntó el discípulo. ¿Del hombre que acaba de tropezar? ¿No veo ningún aprendizaje en ello, maestro?
Diógenes, sin perder la sonrisa, contestó: Me río de la condición humana querido discípulo.
¿Ves esa piedra que hay en medio de la calle? Desde que he llegado aquí esta mañana, al menos treinta personas han tropezado con ella y todos la han maldecido, pero ninguno se ha tomado la molestia de retirarla para que no tropiecen otras personas.
Acto seguido el maestro se levantó del suelo y apartó la piedra del camino»
Reflexión.
No sólo las personas somos los únicos animales que podemos caer más de una vez con la misma piedra; sino que una piedra nos puede hacer caer a muchas personas y no hacer ninguna de ellas nada para cambiarlo.
Cuando nos encontramos esas piedras, que son obstáculos en nuestro camino, la conducta más común y fácil por la que optamos, en general de forma inconsciente, es la de maldecir y seguir adelante, con la prisa habitual, sin intentar cambiar nada, y sin compartir con los demás los riesgos ni los aprendizajes. Es la cultura de la queja, otro Síndrome de Diógenes.
Y tú intentas solucionar los obstáculos o prefieres en su lugar seguir lamentándote. .
Fuentes;
La voz hispana.
Grupo LI PO
Wikipedia.
RTVE.
filco.es.
Filosofía € CO.
Borja Vilaseca.







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