El español es un idioma con una gran riqueza. Gracias a sus siglos de historia donde han existido múltiples variaciones provocadas por la interacción de distintas culturas la lengua ha conseguido ser too un referente. Además, la expansión española en el siglo XV hacia Sudamerica provocó que el idioma se implantase en una parte muy importante de todo el planeta que continua vigente a día de hoy.

Autores cualificados señalan que procede del árabe en torno al 8% del vocabulario español, es decir unos novecientos términos primitivos que, con sus correspondientes derivados, pueden incluso superar las cuatro mil palabras.

¿Sabías que el español tiene más de 4.000 términos que proceden del árabe?
Los Arabismos.

¡Alabín alabán alabín bon ban!

Seguro que has escuchado o dicho alguna vez esta expresión para animar a tu equipo durante un partido.

Lo que a lo mejor no sabías es que tiene varios siglos a sus espaldas, proviene del árabe alla’ibín áyya ba’ád alla’ib bón bád y significa «jugadores, venga ya, el juego va bien».

Ese mismo origen tienen multitud de palabras y expresiones que usamos a diario: los arabismos.

Los arabismos son las palabras que nacen del préstamos del árabe en otro idioma.

Son el producto del intercambio cultural y lingüístico que hubo en la Península Ibérica entre el árabe, lengua semítica y el castellano, lengua romance con origen en el latín.

Es muy difícil saber cuántos arabismos hay exactamente. Y tiene que ver con la cantidad de palabras derivadas existen, le dice a BBC Mundo Ángeles Vicente, profesora titular del área de Estudios Árabes e Islámicos de la Universidad de Zaragoza (España).

Por ejemplo, aceite y aceituna provienen del árabe, pero no hay claridad sobre si se deberían contabilizar aceitunero o aceitoso, que son palabras derivadas. «Lo mejor es no cometer el error de decir un número. Pero sí dejar claro que la influencia(del árabe en el español) es enorme«.

La cultura araboparlante dominó lingüísticamente todo Occidente hasta el siglo XIII. Con el paso de los años, la colonización, las migraciones y las relaciones comerciales crearon un flujo constante de idiomas que desembocaron en un trasvase de términos de origen árabe.

Si estás estudiando árabe, seguramente te resulte interesante sumergirte en nuestro propio diccionario y en la fonética para desentrañar los misterios lingüísticos de todas aquellas palabras que incorporamos procedentes de la lengua de Alá.

Un poco de historia.

En el año 711 comenzó la conquista musulmana de la península ibérica.

Entraron por el sur de España, zona a la que luego denominaron Alndalusy que hoy conserva el nombre con el topónimo de Andalucía.

Bajo distinta figuras administrativas y dinastías, los árabes permanecieron en el poder hasta la toma de Granada por parte de los Reyes Católicos en 1492, en la denominada Reconquista.

Población arabófona hubo en la península hasta 1609-1612, tras los edictos de expulsión de Felipe III.

Los historiadores coinciden en que una pequeña parte de los invasores hablaba árabe, mientras que la mayoría hablaba bereber, una lengua del norte de África.

«Es un milagro que tal vez unos cientos, unos millares de árabes con un mayor número de bereberes lograran arabizar a una población de entre cinco y seis millones de personas«, dijo en su discurso de entrada en la Real Academia Española el arabista ya fallecido Federico Corriente.

Pero esos pocos que hablaban el árabe eran la élite, tenían el poder. Y, por lo tanto, pasó de ser una lengua minoritaria, compartiendo espacio con un bajo latín y un protoespañol, a convertirse en la lengua de prestigio.

«La arabización de la lengua no ocurre de un día para otro. En unos dos siglos se impone el árabe desde el punto de vista político y religioso«

No solo el poder influyó en la lengua, también los matrimonios mixtos entre árabes y autóctonos convertidos al islam, algo que ocurría, en parte, para obtener privilegios a la hora de trabajar o la exención de impuestos.

Cuándo aparecen los arabismos.

Los arabismos no se incorporaron al castellano al mismo tiempo ni todos se mantuvieron.

El primer contacto para adoptar los arabismos,  fue entre el siglo VIII y el siglo XI, «con la convivencia muy fuerte entre dos lenguas, el protocastellano/roman-andalusí, romance de Al-Ándalus muy temprano, y el árabe andalusí».

«Es una época de interacción muy fuerte y donde los mozárabes (población hispana con elementos culturales musulmanes) son muy numerosos».

El segundo contacto es durante las conquistas de los reinos cristianos a los musulmanes, donde hay una nueva convivencia de las lenguas árabe y castellano.

Ejemplos de Arabismos.

Lo que más abundan son los sustantivos, aunque también hay algún que otro adjetivo y algún verbo.

Hay muchas palabras en el campo léxico de la agricultura (acequia, noria), de la tierra (alubia o algarroba), de las matemáticas (álgebra, cero) o militares (alférez).

Las que todos seguro identificamos rápido son las palabras que empiezan por «al».

Son préstamos que pasaron con el artículo definido que, en árabe, es único, «al», en contraposición a «el/la/los/las» del castellano.

Así ocurrió con almohada (al mihaddah) o albañil (al bannā’). Buena parte de las que empiezan con «a» tienen el mismo origen, solo que la «l» del artículo «al» se asimila, como ocurre con azafrán (al za’farān).

Créditos; UNAM Global.

Más ejemplos.

Joroba. La que tiene el famoso campanero de Notre Dame o lo que tienen los camellos, esa protuberancia en la espalda que también puede ser esa cosa que nos fastidia y nos joroba (ḥadabah).

Mohíno. Es el primer lunes después de unas vacaciones espectaculares y te toca ir a trabajar. Es posible que lo hagas triste, melancólico o disgustado, en definitiva, mohíno (mahīn). En el árabe original significaba «ofendido, vilependiado». Los lunes en esa época debían ser terribles.

También se usa mucho para referirse a un caballo o res que tiene el pelo y el hocico muy negros.

Sorbete. Helado, flash, hielito, chupichupi… Según de donde seas, usarás distintas palabras para referirte a sorbete (Šarbah), ese delicioso postre congelado hecho con agua o leche y con distintos sabores, con barquillo o en palito.

Tamarindo. Cada vez que cantas esa canción que Celia Cruz hizo famosa, la de «pulpa de tamarindo, ¡dilo otra vez! Pulpa de tamarindo, ¡sabroso», también estás diciendo un arabismo. Resulta que este fruto del que sale un jugo delicioso es originario de Asia y su nombre viene del árabe tamr hindī, literalmente «dátil índico».

Titiritero. Esa persona que maneja las marionetas, o títeres debe su nombre a una expresión muy curiosa del árabe, que es tiríd tirí y significa «¿quieres venir?».

Zafio. Ese grosero que ni los buenos días da, ese sin modales algunos, ese es un zafio. El origen está en la expresión falláḥ ṣáfi, que significa’mero labrador’.

ZainoPrimo hermano del fulano, que es un zafio, es el mengano, que es un falso y un traidor; es decir, un zaino. Un ser desagradable, antipático e indigesto, que es precisamente lo que significa originalmente el vocablo zahím.

Aunque también zaíno puede referirse a un caballo o yegua de color castaño oscuro o a una res que es absolutamente negra.

Café. Esta bebida tan adorada por muchos españoles proviene (etimológica y semánticamente) del término «qahwah», que significaba «estimulante». Este vocablo se registró por primera vez en español en el siglo XVIII.Esta bebida tan adorada por muchos españoles proviene (etimológica y semánticamente) del término «qahwah», que significaba «estimulante». Este vocablo se registró por primera vez en español en el siglo XVIII.

En el mundo árabe, designa los granos de café tostado y la bebida caliente que se preparaba en aquel entonces. Este producto llegó a Europa en el siglo XVII gracias a los mercaderes venecianos, y a raíz de esto se expandió el término por todo el continente (de ahí que usemos esta palabra en varios idiomas: coffee, café, kaffee…).

Azúcar. A finales del siglo XII apareció la locución italiana zucchero. Este término proviene de la palabra árabe «sukkar», que a su vez deriva del sánscrito. Cada versión, cada diminutivo y cada significado se remonta a siglos atrás. El mundo árabe expandió el término «azúcar» por todo el mundo al prestarlo a lenguas europeas como la nuestra; de ahí sus variantes: «sucre» en francés, «sugar» en inglés, etc.

Pfeifer, un lingüista germano, explica también que tomamos prestado de los árabes y del mundo árabe la cultura de la caña de Azúcar en regiones como Andalucía, Egipto o Sicilia.

Naranja. La primera mención a este término se remonta al siglo XIII. En sus orígenes, la «naranja» era una fruta de China, extendida por el resto del mundo gracias a navegantes portugueses a finales del siglo XV.

Lo curioso de todo esto es que, en el mundo árabe, la locución «naranja» significa… ¡Portugal!
Este término vivió una evolución un tanto rocambolesca hasta llegar a nuestro vocabulario. Durante varios siglos, la palabra «naranja» siguió varios caminos (y definiciones) hasta naturalizarse e integrarse en español.

Tras dar lugar a palabras como «arancia» en italiano, «orange» en francés o «laranja» en portugués, es término se utilizaba para designar únicamente las naranjas dulces. Como ves, la escritura árabe tiene una riqueza etimológica insospechada.

Taza. El origen de este término se remonta al siglo XII. Sin embargo, su uso corriente no llega hasta el siglo XIV. Proviene de la palabra árabe «tassah» y llegó hasta nosotros por la importación de cerámicas orientales que proveían de la región de Tyr. Estas vasijas dieron significado a la palabra que empezó a identificarse con los recipientes utilizados para bebidas como el té.

Quizás no nos demos cuenta, pero lo cierto es que una gran parte del léxico que utilizamos en nuestro día a día proviene del mundo árabe.

Nuestra historia común ha hecho que la cultura árabe haya pasado a formar parte también de la nuestra propia, tal y como nos demuestra la etimología de las palabras.

Pongamos por caso un ejemplo muy sencillito. Una frase que podríamos decir en un día cualquiera: «¿Me serviría una taza de café sin azúcar con un zumo de naranja?». ¿Sabrías decir cuántas palabras de esa oración son de origen árabe? Pues nada más y nada menos que cuatro

Alférez. Este es un grado militar que se encuentra subordinado al teniente y encima del subteniente. Y también viene del árabe al-fāris, que significa jinete. 

Esta no fue la única palabra militar que provino del árabe. Aquí hay algunas más:

Otras palabras de guerra.

  • alcaide
  • arsenal
  • asesino
  • cid
  • mameluco

Albahaca. Se trata de una de las hierbas más populares de nuestros tiempos. Y es que siempre lo ha sido y siempre lo será, dirán los amantes de esta planta aromática. Y, la verdad, es que no distan tanto de la realidad pues la albahaca sí que fue un ingrediente muy utilizado tanto para fines gastronómicos como medicinales. Y sí, su nombre proviene del árabe.

Al-habaqa en su forma original, su nombre se componía de dos conceptos que juntos significaban «penetrar el cerebro con suave olor». En el español hemos dado vuelta la palabra y es que de lo contrario significaba un dolor de cabeza. En lugar de alhabaca, que podía entenderse como un trabalenguas, hemos elegido albahaca. Y así se mantiene hasta nuestros días.

Otras palabras de jardinería y horticultura.

  • albahaca
  • alheli
  • jazmín
  • azucena
  • amapola
  • albaricoque
  • sandía
  • toronja

Aceite. ¿Pero y los griegos? Este puede ser un error común: pensar que el aceite nace en Grecia. Si bien es cierto que los griegos le dieron muchísimos usos, fueron los egipcios quienes crearon el aceite de oliva. ¡Incluso tenían una diosa que les encargaba a las personas su cultivo!

Pero aquí no estamos hablando del aceite como tal ni tampoco de sus usos, sino de la etimología de la palabra en español, y esa es de origen árabe.

Es así como aceite proviene del árabe azzayt, la cual significaban literalmente jugo o zumo de aceituna.

Otras palabras relacionadas.

  • zanja
  • noria
  • acequia
  • aljibe
  • acelga
  • aceite
  • alcachofa
  • alcanfor
  • algodón
  • alubia
  • cúrcuma
  • retama
  • alberca
  • alambique
  • alcohol
  • alquimia
  • elixir
  • jarabe
  • talco
  • nuca

Entre esta multitud de términos que tienen su origen etimológico en el mundo árabe, algunas palabras pasan más desapercibidas que otras.

Marroquí. A nivel de sufijos, se añadió el sufijo -í a algunos adjetivos, sobre todo, en gentilicios procedentes del mundo árabe o musulmán:

  • andalusí
  • pakistaní
  • iraní
  • marroquí
  • ceutí

Fideo y fideuá. Una palabra tan común como «fideo» es de origen árabe. El vocablo árabe-hispano fidaws nos dio tanto la palabra «fideo» como el término «fideuá» (para designar al plato valenciano parecido a la paella pero cocinado con una base de fideos en lugar de arroz). La raíz del verbo árabe que compone esta palabra, fadan, signfica «desbordar» o «sobresalir». Si lo piensas, tiene cierto sentido, porque la pasta crece y «sobresale» cuando la ponemos a cocer en una olla.

Jabalí. Este término proviene del árabe «gabali», que significa «montaraz». Se utiliza para hacer referencia a todos aquellos mamíferos que emiten ronquidos, como es el caso de los cerdos. Es más, el término «gabali» viene a su vez de «al-gabal», que significa montaña. Así, en Al-Andalus se utilizaba el término «jabalí» para hablar de un «cerdo de montaña».

Limón. Si bien este fruto proviene de la India, cuando los árabes conquistaron Persia, lo denominaron «leimun». Más adelante, trajeron este cítrico a España y, con él, su nombre, que fue evolucionando hasta dejarnos el actual «limón».

Noria. ¿Alguna vez te habrías imaginado que la palabra «noria» podría ser de origen árabe? Pues bien, esta palabra deriva del término «na’urah», que significa crujir, en referencia al ruido que hace esta construcción. Esta es una de las muchas máquinas que trajeron los árabes a Europa, de ahí que nos dejasen también su manera de denominarla.

Arabismos que adoptan el artículo original.

Este tipo de arabismos se reconocen en su mayoría por comenzar por los prefijos «-al» y «-a». Se debe a que se toman de la forma árabe con su artículo determinado original (/al-/):

  • Aceituna: del árabe hispánico /azzaytūn/ (procedente del árabe clásico /zaytūn/, y este del arameo /zaytuun/, un diminutivo de /zaytā/);
  • alacena, del árabe hispánico /alẖazāna/ (procedente del árabe clásico /ẖizānah/);
  • albahaca, del árabe hispánico /alḥabāqa/ (procedente del árabe clásico /ḥabaqah/);
  • alcalde, del árabe hispánico /alqāḍi/ (procedente del árabe clásico /qāḍī/, «juez»);
  • álgebra, del latín tardío /algĕbra/ (procedente del árabe clásico /alǧabru (walmuqābalah)/, «la reducción (y el cotejo)»);
  • almohada, del árabe hispánico /almuẖādda/ (procedente del árabe clásico /miẖaddah/);
  • arroz, del árabe hispánico /arrāwz/ (procedente del árabe clásico /ruz[z]/, y este del griego ὄρυζα);
  • azafrán, del árabe hispánico /azza‘farān/ (procedente del árabe clásico /za‘farān/).

En El Quijote de la Mancha, Don Quijote le da a Sancho Panza una pequeña lección sobre arabismos: «Este nombre, albogues —le dice— es morisco, como lo son todos aquellos que en nuestra lengua castellana comienzan en al, conviene a saber almohazaalmorzaralhombraalguacilalhucemaalmacénalcancía y otros semejantes, que deben de ser pocos más».

Sin embargo, Don Quijote estaba algo errado: por ejemplo, «alba» y «alma» no son palabras moriscas (al igual que otras que empiezan por al-), ni son «pocos más».

Arabismos que empiezan por la raíz «Guad-»

Sin duda, esta es una de las raíces más fáciles de identificar. Por lo general, se trata de topónimos cuya raíz procede del árabe clásico واد, /wād/, «valle» o «río», como por ejemplo:

  • Guadalquivir, del árabe hispánico /wad alkabīr/, «río grande»;
  • Guadiana, del árabe /wād/ y el latín ana («pato»), «río de patos»;
  • Guadalajara, del árabe hispánico /wād alḥaŷara/, «valle de los castillos», «valle de las fortalezas» o «río de piedras»;
  • Guadalhorce, del árabe /wād aljurs/, «río de los silenciosos» o «río de la guardia».

Arabismos sin rasgos identificativos tan evidentes.

En cambio, otros términos no presentan un patrón que permita adivinar su origen, como es el caso de:

  • asesino, del árabe clásico /ḥaššāšīn/ («adictos al cáñamo indio»);
  • gazpacho, del árabe hispánico /gazpāču/ (procedente del griego γαζοφυλάκιον, «cepillo de la iglesia», por su variado contenido);
  • guitarra, del árabe /qīṯārah/ (procedente del arameo /qipārā/, del griego κιθάρα, «cítara»);
  • medina, del árabe hispánico /madīna/ (procedente del árabe clásico /madīnah/, «ciudad»);
  • ojalá, del árabe hispánico /in šā’ allāh/, «si Dios quiere»;
  • tarea, del árabe hispánico /ṭarīḥa/ (procedente del árabe clásico /ṭarīḥa/, «echar»);
  • zanahoria, del árabe hispánico /safunnārya/ (procedente del griego σταφυλίνη ἀγρία, «zanahoria silvestre»).

Créditos en la imagen.

Fuentes;

Alhambra y Generalife.

Superprof.

bbc.com.

Wikipedia.

UNAM Global.

5 respuestas a “Palabras de origen árabe que utilizamos en español.”

  1. Coincido, un artículo muy interesante 👌 natural la mente saludos naturales

    Le gusta a 2 personas

    1. Gracias me halaga su comentario. Un cordial saludo.

      Le gusta a 1 persona

  2. Que gran post. Me gustaría ver más contenido como este con palabras de más países.

    Que sigan los éxitos

    Le gusta a 1 persona

    1. Avatar de davidmoncada77
      davidmoncada77

      Mil gracias por comentar. Un cordial saludo 🫂

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