Frente a lo que se cree, las familias españolas de la Edad Moderna no solían tener más de tres o cuatro hijos por matrimonio, en buena parte porque la alta tasa de mortalidad solía privarla de uno de los dos cónyuges pero, sobre todo, por la elevadísima mortalidad infantil. Ésta variaba según la zona y el momento pero sólo entre un 75 y un 80% de los niños superaba el primer año de edad, alrededor de un 60% alcanzaba los diez años y apenas un 50% llegaba a los quince.
Durante las crisis económicas esos porcentajes se extremaban, no sólo porque aumentase el celibato sino por la realidad del control de natalidad. Aunque no hay muchos estudios al respecto y puede que no estuvieran muy extendidas, las prácticas abortivas eran una realidad llevada a cabo "tomando para ello medicinas, o trabajando demasiado o de cualquier otro modo". Más corriente, como anticonceptivo y pese a estar prohibido por la Iglesia, era el coitus interruptus.
Respecto al nacimiento de hijos no deseados se recurría al infanticidio. El infanticidio fue común y cotidiano, a juzgar por los testimonios. Por supuesto, estaba considerado un crimen pero solía realizarse en la intimidad del hogar, a menudo disimulado como accidente. Ya desde el Medievo los obispos recomendaban no acostar a los niños en la misma cama de los padres para evitar su asfixia y en 1603, en medio de una gravísima crisis de subsistencias, el obispo denunció la práctica de la sepultura clandestina infantil, debida a muertes violentas.
La otra gran práctica, mejor conocida y documentada, es la del abandono al poco de nacer. Aunque en este caso aparece un factor extra, la ilegitimidad (calculada en un 5%), la mayoría de los niños dejados en la inclusa era por falta de recursos, como indica el hecho de que las cifras más altas coincidan con momentos de crisis. En la práctica, el abandono sólo retrasaba el fallecimiento, dadas las pésimas condiciones sanitarias y alimentarias de los hospicios: cunas con varios bebés, falta de ropa, insuficiencia de personal y nodrizas que amaMantaban simultáneamente a cuatro o cinco, todo lo cual suponía la muerte para una décima parte o más de los niños.
Fuentes;
«La vida cotidiana en la España de Velázquez», Carlos Gómez-Centurión Jiménez.
«Las crisis de mortalidad en la España interior (siglos XVI-XIX)», Vicente Pérez Moreda.
«La moral sexual en Occidente», Jean-Louis Flandrin.
«Valladolid en el Siglo de Oro», Bartolomé Bennassar.
Aportación al estudio de la demografía española: los niños expósitos de Valladolid (siglos XVI-XVIII)», Teófanes Egido.
Imagen: «Niño espulgándose» de Bartolomé Esteban Murillo)







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