La educación de los hijos de los romanos.

Para los romanos, la educación de los hijos empezaba desde el mismo momento en que este tenía cierta consistencia física y control sobre sí mismo. 

Uno de los mejores padres que hubo en Roma fue Marco Catón, padre de Marco Catón Liciniano. Se dice que él mismo se hizo cargo de su educación, a pesar de tener a los mejores esclavos para hacerlo. Catón no quería que un esclavo reprendiese o tirase de las orejas a su hijo ni tampoco agradecer a un esclavo los frutos de su educación. 
Enseñó a su hijo las letras, las leyes, lo ejercitaba en la gimnasia, le enseñó a tirar con arco, a manejar armas y a montar en caballo. También a pelear con los puños, a tolerar el calor y el frío, a vencer nadando las corrientes y los remolinos de los ríos.
No suficiente con eso, escribió manuales sobre agricultura, estrategia militar, historia, jurisprudencia, medicina y oratoria para facilitar el aprendizaje de su hijo. Además, ordenó que en su casa no se dijese ningún insulto ni palabra malsonante.

Catón pretendía hacer de su hijo un modelo de virtud y de ciudadano romano, aunque no fue el único. Paulo Emilio, contemporáneo suyo, se retiró de la vida pública para atender la educación de sus hijos. Añadió las virtudes de la educación griega gracias a sofistas, oradores, gramáticos, escultores, pintores, adiestradores de caballos y perros y maestros de caza. 

Cicerón fue otro padre famoso por su empeño en la educación de su hija y sus nietos, procurando que ella trabajara la lana y viviera pura y honesta. A sus nietos los enseñó a nadar, a leer y a escribir, intentando que imitaran su letra y llevándoselos consigo siempre que se iba de viaje.

Juvenal dice:

‘’Cuando esperas a un huésped te afanas en limpiar tu casa para que no vea la menor suciedad. En cambio, no te preocupas de que tu hijo vea la casa limpia, sin mancha, y exenta de todo vicio’’. Iuvenal. 14, 59-74.

Fuentes: 

Ariés, P. & Duby, G. (1991). Del Imperio romano al año mil. Historia de la vida privada. Madrid: Alfaguara📚