Los estoicos sugerían que antes de responder a un insulto, lo pasemos por estos tres tamices:
Veracidad. Si nos sentimos insultados, Séneca sugiere que nos detengamos un momento a considerar si las palabras son verdaderas. Si alguien se está refiriendo a una de nuestras características, por ejemplo, no es un insulto, independientemente del tono utilizado, tan solo se trata de la señalación de una obviedad. Si no queremos que vuelva a suceder, quizá deberíamos hacer algo para cambiar esa característica, o simplemente aceptarla, de manera que no se convierta en un punto sensible que nos haga saltar cada vez que alguien lo toca.
Nivel de información. El siguiente paso que debemos dar para responder a un insulto inteligentemente llega de la mano de Epícteto, quien nos recomienda evaluar si nuestro interlocutor al menos está bien informado. Si se trata de una persona informada, deberíamos valorar lo que está diciendo, aunque en un primer momento nos provoque rechazo o no cace con nuestra visión del mundo. Quizá lleve razón. Si no es una persona informada sino que está hablando desde la ignorancia, simplemente no deberíamos tener en cuenta su opinión ni enfadarnos por ello.
Autoridad. La última criba por la que debemos pasar un “insulto” consiste en valorar su fuente. Si estamos aprendiendo a tocar piano y el supuesto “insulto” proviene de nuestro maestro de piano, quizá se trata de una crítica constructiva que deberíamos escuchar, en vez de enfadarnos.
Fuente; Rincón Psicología.







Deja un comentario