Una mujer que paseaba en una fría tarde de invierno, se dio cuenta que había un pequeño niño parado y descalzo frente a una tienda de zapatos temblando de frío. Al verlo, se acercó y le dijo:
«Cariño ¿Qué estás mirando con tanto interés en esa ventana?».
Él la respondió:
«Le estoy pidiendo a Dios que me de un par de zapatos».
La mujer, con el corazón abierto en canal, lo tomó de la mano dulcemente y lo llevó adentro de la tienda pidiendo a un empleado media docena de pares de calcetines y un par de zapatos para la criatura.
Asimismo preguntó si podrían facilitarla agua y una toalla, a lo cual el empleado de la tienda asintió inmediatamente. La mujer llevó al niño a la parte trasera de la tienda y con cariño y paciencia empezó a lavar los pies del niño,se los secó, y luego le colocó las medias y los zapatos. Tras eso acarició al niño en la cabeza y dandole un abrazo le dijo:
«¡Seguro que ahora te sientes mucho más cómodo y calentito!».
Y mientras ella se daba la vuelta y se disponía para marcharse, el niño muy feliz, la alcanzó y la tomó de la mano y mirándola con lágrimas en los ojos le preguntó:
«¿Es usted la esposa de Dios?»
La mujer con una leve sonrisa le respondió:
«No, solamente soy una persona agradecida con lo que el me ha dado.»
Anónimo.
Reflexión.
¿Qué diferente sería el mundo si todos tuviéramos esos actos tan hermosos de amor y desprendimiento como el de la señora?. ¿Harías algo así?.







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